archivos


Hugo Buchser y los orígenes de Europa Star

English Pусский

Hugo Buchser y los orígenes de Europa Star

A finales de los locos años veinte, el empresario suizo Hugo Buchser sentó las bases de la revista Europa Star. Entre las guías de turismo, un viaje de negocios a las Indias y un misterioso barón de Ginebra, emerge un cuento épico editorial. Demos un paso atrás en el tiempo.

Q

ueridos lectores y amigos de Europa Star, les presentamos un suplemento original que lleva por título “Hugo Buchser (1896-1961) y los orígenes de Europa Star”. En efecto, en 1961, hace exactamente medio siglo, desaparecía Hugo Buchser, el fundador en 1927 de nuestra Casa Editorial especializada en relojería, joyería y la maquinaria de precisión, y nos pareció muy interesante con ocasión de esta efemérides, volver sobre la história y el desarrollo de esta auténtica “Aventura Editorial”. Ya que Hugo Buchser fue desde todos los puntos de vista, un auténtico precursor. Hombre de carácter bien templado, gran viajero, políglota, él comprendió bien temprano la “globalización”, el interés que tenía crear una verdadera red internacional de revistas profesionales destinadas a promover “la exportación”, como se decía en su momento, de la relojería, joyería y la maquinaria de precisión. Viajando por el mundo, creó numerosas revistas en América del Sur, Oriente Medio, Asia y Europa, y ello en una época en la que internet no existía y cada linea y cada imagen se fundían en plomo antes de ser impresas. Es difícil imaginar hoy en día la complejidad de tal red mundial. Todas ellas se agruparon a mediados de los años cincuenta bajo la denominación genérica de Europa Star, que como saben sigue viva y activa a día de hoy en las cuatro esquinas del mundo. Por otra parte, desde su fundación, esta aventura editorial ha sido dirigida sin interrupción durante mas de 90 años por los descendientes de Hugo Buchser: por su hija y su yerno Gilbert Maillard seguidos por sus nietos Philippe y Pierre, y su bisnieto Serge Maillard. El suplemento sobre los orígenes de Europa Star se ha elaborado tras ámplias investigaciones en nuestros ricos archivos, por parte del representante de la cuarta generación, Serge Maillard. La aventura continúa, dentro de la línea recta trazada por el fundador de nuestra casa editorial, con la ambición intacta y el mismo objetivo: una potente y útil herramienta actuando al servicio de nuestra indústria.

HUGO BUCHSER (1896- 1961)
Y LOS ORÍGENES DE EUROPA STAR
Una aventura editorial

Prologo:

Una empresa tiene su origen en las ideas innovadoras de su fundador, incluso si estas son consideradas ilusorias en un primer momento. Se trata de ir a lugares que nadie ha tenido el tiempo, el coraje de ir o simplemente el espíritu para invertir en ellas. Plantando cara a la adversidad pusilánime o celosa de sus pares. Pero también se trata de construir un equipo, de elegir a las personas adecuadas y saber apreciar su trabajo.

Después de haber acompañado la evolución internacional de la relojería, la joyería y la maquinaria industrial durante más de 90 años, Europa Star no es una excepción a esta regla. Hugo Buchser, el fundador del grupo, desarrolló la convicción, a través de sus viajes a los cuatro confines de la Tierra, que estas industrias necesitaban abrirse a los mercados del mundo mediante la distribución de información sobre ellas. Desde la década de 1930 sus guías de compradores y de maquinaria, y más tarde sus revistas publicadas desde América del Sur hasta el Lejano Oriente, han abierto nuevas rutas al comercio global.

La longevidad de una empresa es la mejor prueba del éxito de las ideas originales de su fundador. Bajo la dirección de la misma familia desde 1927, Europa Star se mantiene fiel al espíritu de Hugo Buchser, unos cincuenta años después de su desaparición.

El presente artículo, traza los orígenes de las publicaciones de Europa Star, escribiendo la historia de su fundador. El conocimiento de su pasado nos permite afrontar el futuro con confianza. Siempre centrada en la calidad del papel, Europa Star con sus aplicaciones iPad y portales de Internet, modernas herramientas tecnológicas, están al servicio de una idea ya probada, la de valorizar un savoir-faire que sitúa el tiempo y la belleza en el centro de nuestro mundo.

Hugo Buchser y los orígenes de Europa Star

Serge Maillard

UN VIAJE INICIÁTICO A LA INDIA

La posada de Wirthen en Solothurn, era un lugar de encuentro para los estudiantes, la burguesía y los empleados en la relojería de la región. Y es aquí donde despegó la carrera de Hugo Buchser en 1919. El joven, que era hijo del posadero, tenía cabeza para los negocios y tuvo la que, si no fue su primera iniciativa en el negocio relojero, sí la que fue, con mucho la más original, las “esferas invertidas”. Mientras estaba sentado una noche en la posada, Hugo Buchser captó la conversación entre dos relojeros que cabizbajos, estaban instalados en la mesa de al lado. Uno de los cuales le confió al joven la razón de sus cuitas: «¿Puedes creer que nuestros trabajadores tengan que volver a montar un lote completo de relojes con engranajes que se mueven hacia atrás...?». Pero pronto se animó cuando su joven confidente se ofreció a comprar el «malbaratado» lote de mil unidades. El acuerdo se cerró rápidamente. Por un buen precio, por supuesto. Unos meses más tarde el joven, veinteañero, abordó un barco en Génova que se dirigía a las Indias. «El albor de una nueva década,» debió de pensar Hugo Buchser desde el puente del barco en el Mediterráneo. En su camarote deja una gran caja que contiene un millar de relojes cuyas agujas se mueven en el camino equivocado. Este fue su primer viaje a tierras lejanas, y el joven no podía dejar de señalar las paradas en el camino en el mapa: Pompeya, Heraklion, Alejandría y Adén, hasta llegar a su destino, Bombay, la puerta de entrada a las Indias. Cantaba los nombres como un sacerdote desgrana las cuentas de su rosario.

Aprendiendo a saltar de un tren en marcha

Viajar, por supuesto, ya lo había hecho y en abundancia por el Viejo Continente. Había viajado por toda Europa Occidental: Alemania, Bélgica, Suiza y Francia. Por su propia cuenta, ya que no era un hombre proclive a recibir órdenes, prefiriendo poner en práctica sus propias ideas – muchas – que cruzaban por su mente. Fue criado en la tradición de la escuela humanista en el Colegio Católico de Saint-Michel en Friburgo, lo que le dio el gusto por la máxima “todo ver, todo saber”. Para su primer negocio, Hugo Buchser había tomado como punto de referencia original la industria relojera de la región, y fundó a los 18 años su propia manufactura: la “Transmarine Uhrenfabrik”. Un nombre que ponía de relieve, de manera prematura su gusto por lo exótico, el mar, y los horizontes lejanos. Al acabar la guerra, ya había ampliado su negocio a los países de su entorno.

El estand de Transmarine, fundada por el joven Hugo Buchser, en la exposición de Viena, 1923.
El estand de Transmarine, fundada por el joven Hugo Buchser, en la exposición de Viena, 1923.

El joven empresario había perdido ya la cuenta del número de trenes que había tomado hacia Bruselas, su segunda sede. Había perdido asimismo la cuenta de los muchos y dilatados procedimientos que tenía que seguir cada vez a fin de obtener un visado en un momento en el que las fronteras eran muy difíciles de cruzar, dado el proteccionismo económico, el nacionalismo y el aumento del belicismo que impregnaba toda Europa. Así que para redondear el fin de mes, el joven también se hacía cargo de algunos relojes y joyas adicionales. Incluso una vez el joven aventurero tuvo que tirar de la palanca de la alarma y saltar de un tren cuando los funcionarios de aduanas se acercaron peligrosamente a su compartimiento.

Una fortuna en diente de sierra

El clan Buchser, originario de Herzogenbuchsee en el cantón de Berna, se estableció en Solothurn, durante la Reforma a fin y efecto de poder mantener su fe católica. Uno de los escasos recuerdos que Hugo tenía de su padre, el posadero, era que él tenía una mirada severa y una imponente estatura, junto con una autoridad natural que él parecía haber heredado. El negocio familiar en Wirthen era floreciente – fue el primer establecimiento en la ciudad en ofrecer baños. Incluso su dueño se convirtió en un «millonario de oro». Pero su muerte prematura a la edad de 40 años, en su restaurante, arruinó a la familia. Su demasiado generosa esposa entregó la fortuna familiar a gentes sin escrúpulos que reclamaron deudas inexistentes. Hugo, el más joven, tenía, por lo tanto una escasa educación, junto con sus seis hermanos y hermanas. Uno de sus hermanos tomó los hábitos y, después de una estancia en Einsiedeln, se unió a un monasterio en las profundidades de la pampa Argentina. Allí tomó el nombre de «Padre Policarpo».

Los mágicos relojes del faquir Suizo

Mientras observaba como las costas europeas desaparecían ante su mirada desde el puente de la nave que lo llevaba a las Indias, Hugo Buchser, sin duda, recordó la vida salvaje que había vivido con su hermano mayor, Franz, en Bruselas. El más joven por lo general se hacía pasar por el novio de la duquesa de Luxemburgo, así como su hermano mayor, pretendía ser un oficial de la brigada antivício de la capital Belga. Ambos tenían un cierto gusto por la mistificación. Cuando se fue a las Indias, Hugo dejó a su hermano continuando la aventura de Transmarine en Bruselas. Este viaje duró varias semanas. Cuando llegó a Bombay, el corazón del joven aventurero latía rápidamente, pleno de las promesas que presentía con sus «innovadores» relojes en el sub-continente que todavía se hallaba bajo la dominación Británica.

Con sacerdotes zoroastrianos: el faquir Suizo bien acompañado, Bombay, 1920.
Con sacerdotes zoroastrianos: el faquir Suizo bien acompañado, Bombay, 1920.

El futuro le dio la razón: los relojes de Solothurn con sus resortes invertidos fueron un éxito. Desde los marineros hasta los maharajás, todo el mundo quería esa «distinguida novedad», este «objeto a la moda», tal como el empresario Suizo astutamente se los presentaba. Lástima que esos relojes no pudieran cumplir con su papel de guarda tiempos debido a un defecto de fabricación. Al fin y al cabo, pocos en la India habían aprendido a leer la hora en aquel entonces. El valor ornamental de los productos era mucho mayor que su función original. El joven Hugo guardaba más de un as en su manga. Además de sus relojes «invertidos», también había llevado a la India relojes fluorescentes de radio. Su funcionamiento era simple: se ponían al sol por lo que se iluminaban. Pero este argumento no le parecía muy eficaz al emprendedor. Cuando presentaba su producto a los maharajás, insistía en el hecho de que el mecanismo estaba impulsado por la «magia». Cuando llegaba el momento de presentar los relojes que había sutilmente expuesto a la luz del sol, formulaba sus palabras mágicas antes de mostrar el reloj a un asombrado público, que quedaba totalmente anonadado.

En la tienda de Gandhi

De Agra a Lahore, desde Benarés a la región del Hindu-Kush, los mecanismos invertidos y los relojes luminiscentes permitieron al joven Hugo Buchser viajar a lo largo y ancho de la India durante todo un año. Su plan inicial era continuar su expedición hasta las Antillas Holandesas, pero los encantos del sub-continente – y el hecho de que había vendido con facilidad sus productos – le llevó a continuar su gira por el país. La leyenda cuenta que su larga estancia le permitió alojarse en la tienda de un abogado Indio que también apreciaba su libertad, y cuyo nombre era Gandhi. Posteriormente, los dos mantuvieron una correspondencia que desafortunadamente a día de hoy, sigue desaparecida. En 1921, Hugo Buchser dirigió sus pasos de nuevo hacia Europa. El año en el que la India agudizó su espíritu de independencia y su gusto por la aventura. Él ya se veía embarcado en otros viajes, desde Europa a América del Sur. Los años 1920 sin duda merecerían el apelativo de «Los locos años veinte». Vieron los primeros pasos hacia la realización de sus ideas para unir los relojeros de todo el mundo y alimentaron las historias épicas – a veces imaginarias, a veces reales – de este inspirado “self-made man”.

A los pies de las pirámides y la Esfinge, Egipto, 1920.
A los pies de las pirámides y la Esfinge, Egipto, 1920.

LOS INICIOS EN LA EDICIÓN

Al comienzo de la década de 1920, después de sus primeros pasos en la producción y exportación de relojes, Hugo Buchser regresó a su nativa Solothurn. En 1926, se casó allí con María Stüdeli - una heredera de los principales fabricantes de relojes, Roamer (Meyer-Stüdeli), que producían más de un millón de relojes al año en aquel momento. Los dos se conocieron en el coro mixto de la Catedral de San Urs, una de las iglesias barrocas más hermosas de Suiza. Al igual que Hugo Buchser, las mujeres jóvenes, con sus grandes ojos verdes, cabello oscuro y piel mate, no encajaban con el estereotipo alemán de Suiza, especialmente en Solothurn, la ciudad de las residencias diplomáticas, y que era también un crisol de diferentes razas. Impulsado por su amor por el mar abierto y con un sólido toque artístico, Hugo Buchser llevaba sus negocios por defecto, para ganar algo de dinero. Pero a pesar de que tenía un don para los negocios, su verdadero sueño era escribir, vivir un estilo de vida bohemio y dedicarse plenamente a su arte, al igual que su pariente cercano Frank Buchser, el pintor y aventurero de Solothurn. “Hidalgo”, seductor y enamorado de España, Hugo Buchser vivió durante meses codo a codo con los andaluces, cuyo orgullo admiraba y cuyo estilo de vida libre e independiente, y sin vínculos amaba. Su amor por el arte y su éxito en los negocios estaban unidos por rasgos comunes: una personalidad extraordinaria, una fuerte ética del trabajo y una capacidad de persuasión para las ideas no convencionales, sin olvidar una franqueza que le ganó sólidas amistades.

Primeros pasos en el mundo de la edición

Fue en 1929, poco antes de la Gran Depresión, cuando el empresario, recientemente instalado en Ginebra, su nueva ciudad adoptiva, donde fundó la «Guia de Compradores» de la relojería y la joyería. Satisfaciendo la creciente demanda de este documento, que fue un primer repertorio de todas las direcciones de interés en el negocio de la relojería en Suiza. Una revisión bimestral de las «posibilidades y la situación de los mercados de exportación», acompañaba la guía. Con estas publicaciones, Hugo Buchser sentó las bases para lo que se convertiría en la revista Europa Star tal como la conocemos hoy en día. Dado que la industria de la maquinaria era el socio natural de la relojería, el empresario también puso en marcha como corolario en 1932 la«Guía de Máquinas», así como el Bulletin d’informations techniques, las cuales fueron distribuidas por todo el mundo muy pronto. Hugo Buchser no sólo estaba interesado sin embargo solo en la relojería. Como viajero incansable, también produjo la Guide Rapid. Una especie de “Guía Michelin” de la época, este directorio práctico de direcciones estaba dirigido a los turistas que visitaban las ciudades de Basilea, Zurich o Ginebra en busca de una atractiva tienda, un restaurante o un albergue acogedor. Basándose en sus experiencias personales su creador, que tenía un fino paladar y una acerada visión crítica, disfrutó de un éxito editorial considerable.

Las primeras guías creadas por Hugo Buchser a principios de los años 1930: la “Guía de Compradores”, la “Guide Rapid” y la “Guía de Máquinas”.
Las primeras guías creadas por Hugo Buchser a principios de los años 1930: la “Guía de Compradores”, la “Guide Rapid” y la “Guía de Máquinas”.

Un patriarca intransigente

Este fue también el período de paternidad de Hugo Buchser. Tuvo tres hijas con su esposa, Doris, Suzi y Lisbeth, que regresaba a Solothurn para cada nacimiento. Las tres herederas tuvieron una educación estricta bajo la atenta mirada de su padre. Aunque a menudo ausente durante largos períodos de tiempo en el extranjero, su padre aseguró que la disciplina y el orden prevalecieran durante sus cortas estancias en Ginebra. La familia tuvo la primera piscina privada en Ginebra, excavada en parte por las pequeñas manos de sus tres hijas. Las niñas también tenían que recoger las manzanas de alrededor de los 150 árboles que había en el jardín. El patriarca quería transmitir el valor del esfuerzo individual, la clave de la independencia como cuando él empezó, de la nada. El complemento a esta disciplina férrea era la posibilidad de ver el mundo a través de los viajes, que en aquel momento, sólo eran accesibles a las clases privilegiadas, España, Italia o Francia. Cada vez que llegaban, tenían que adsorberlo todo: museos, iglesias, e incluso la más pequeña capilla que se visitaba, de arriba a abajo. Y por la tarde las chicas tenían que dar detallada cuenta de las visitas del día a su padre. Tenían que ver y escuchar instrucciones. Y ello en cualquier momento y sin excusas.

La boda de Hugo Buchser y Mary Stüdeli, en la Catedral de San Urs, Solothurn, 1926. Principio de los años treinta, las tres hijas del matrimonio Buchser: Suzi, Doris y Lisbeth, Chêne-Bourg.
La boda de Hugo Buchser y Mary Stüdeli, en la Catedral de San Urs, Solothurn, 1926. Principio de los años treinta, las tres hijas del matrimonio Buchser: Suzi, Doris y Lisbeth, Chêne-Bourg.

Hugo Buchser utilizaba la misma mezcla explosiva de severa posesión y de buenas intenciones hacia sus empleados, que también tenían que trabajar en el jardín de su jefe los fines de semana. En un momento en el que uno empieza a trabajar para una empresa ello se considera un contrato de por vida y de la misma manera que un gestor realmente encarna a su empresa, se espera de los empleados que se comprometan en cuerpo y alma en el bienestar material de su empleador... Los años de la gran guerra tuvieron su efecto en el negocio de las guías relojeras y las revistas. En esos años de racionamiento, el empresario no tuvo otra opción que convertir en chatarra su fiel Oldsmobile, con el que había cruzado todo el Viejo Continente, para no entregarlo al ejército. En 1941, quedó atrapado en el hotel Ritz de Barcelona junto con la comunidad Suiza, al mismo tiempo que en Ginebra, la familia Buchser acogía a niños extranjeros víctimas de los caprichos de la guerra. La supervivencia, tanto a nivel nacional como individual, fue la prioridad en ese momento. Pero los años de la posguerra dieron paso a una fase de expansión económica sin precedentes, tanto para Suiza como para la compañía fundada por Hugo Buchser.

HACIA UN MAGAZINE GLOBAL

Tras la segunda guerra mundial, que había puesto freno al desarrollo de las guías relojeras restringiendo los viajes de su fundador, Hugo Buchser recuperó su interés frenético por los viajes de negocios. A partir de 1946, visitó Alemania, reducida hasta el equivalente industrial de la edad de piedra en su «hora cero». Por el camino, visitó varios campos de concentración, abiertos al público por los aliados para mostrar los horrores del régimen nazi y que le recordaron el mantra del «nunca más». El empresario también se dio cuenta de que los mercados prometedores se abrían fuera de Europa, gracias a una nueva globalización en el comercio. América Latina, el mundo Árabe y el Lejano Oriente le erizaban con la esperanza de una «tercera vía» entre el comunismo y el capitalismo.

La llamada de América del Sur

En 1948, Hugo Buchser se embarcó con su hija Doris en un trasatlántico con destino a Brasil para una gira por la América Latina. Este continente no era totalmente nuevo para él, ya que había publicado La Revista Relojera en Buenos Aires desde 1942. Una nueva clase media estaba emergiendo en América Latina y esta era una perspectiva muy atractiva para el mercado de la relojería y el de la joyería.

El trasatlántico Rex: a todo vapor, rumbo a Brasil, 1948.
El trasatlántico Rex: a todo vapor, rumbo a Brasil, 1948.

Dondequiera que iba, el empresario Suizo dejaba su huella editorial. En Brasil creó la revista especializada Elegancia e Precisão y en Argentina La Estrella del Sur, basada en un modelo de negocio simple: estas revistas se diseñaban en Ginebra antes de ser distribuidas a través del Atlántico. Un representante de confianza en el terreno se acercaba a los proveedores de relojería para animarles a invertir en los suplementos publicitarios de las publicaciones. El empresario seguía siendo un hombre de letras. Tenía una sed insaciable de curiosidades y de contactos y decía que aprendió a hablar «Marinheiro», una mezcla de italiano, español y portugués, el «lenguaje de los marinos». En el viaje de regreso de América Latina, se detuvo en Lisboa, donde puso en marcha la revista Belora, y en España, donde dio nacimiento a la publicación Oro y Hora en 1949. Inspirado escritor, Hugo Buchser realizo detalladas descripciones de todos sus viajes. Sus «impresiones de América Latina», fueron publicadas por el diario Tribune de Genève. Y empezaban con las prometedoras palabras: «Brasil es un gran enigma». Su lúcido análisis de la situación económica del país le llevó a una conclusión, que es tan válida hoy como lo era en aquel entonces: «Los Estados de América del Sur se han desarrollado con un extraordinario dinamismo en la última década y, aunque muchos países europeos estén en un lento declive, las naciones como Brasil están mirando hacia adelante con vigor y convicción hacia un futuro lleno de promesas.»

En el Este y en el Oeste

En 1950 inició un viaje similar con su otra hija, Suzi, un «viaje de estudios», como le gustaba llamarlos, a Oriente Medio y Asia. Allí estableció los magazines Orafrica y The Eastern Jeweller and Watchmaker. Desde el hotel Raffles de Singapur a los polvorientos caminos de la India y Tailandia, su confianza y sus habilidades sociales le abrieron numerosas puertas - tanto comerciales como espirituales.

Viaje al Extremo-Oriente, Reino de Siam, 1950. Hotel Oriente en Barcelona, lugar de alojamiento en los frecuentes viajes de negocios y de ocio. El matrimonio Buchser en las Ramblas.
Viaje al Extremo-Oriente, Reino de Siam, 1950. Hotel Oriente en Barcelona, lugar de alojamiento en los frecuentes viajes de negocios y de ocio. El matrimonio Buchser en las Ramblas.

Con la misma lucidez, el empresario rápidamente comprendió el gran potencial que ofrecía la creación del mercado común Europeo, que fue creado por el Tratado de Roma en 1957. Casi una década después de su Argentina Estrella del Sur, Hugo Buchser lanzó su estrella Europea, la revista Europa Star, así como Eurotec, dedicada a la maquinaria industrial. Europa Star daría nombre a todas las publicaciones del grupo diez años más tarde, bajo el liderazgo del yerno de Hugo y su sucesor, Gilbert Maillard. Así, la década de 1950 vio la consolidación de todos los proyectos instigados por el empresario como consecuencia de sus numerosos viajes. Bajo el nombre de «Bureau de documentation industrielle», cuya sede empleaba a una treintena de personas en Ginebra, una verdadera red global de información – una especie de Internet antes de tiempo – desarrollada para la fabricación de relojes, la joyería y la maquinaria industrial. Unos cincuenta años después de la muerte del «patriarca» esto continúa siendo así hasta el día de hoy.

El retrato “oficial” de Hugo Buchser, 1959. La Tour de l'Ile, sede del Bureau de documentation industrielle, Ginebra.
El retrato “oficial” de Hugo Buchser, 1959. La Tour de l’Ile, sede del Bureau de documentation industrielle, Ginebra.

Las agujas giran

Más incluso que la pasión por los relojes, fue el gusto por las bellas obras del espíritu humano, junto con los encuentros y aventuras los que animaron el espíritu rebelde de Hugo Buchser. Un hombre con múltiples caras, artista soñador y hombre de negocios intransigente y pragmático. Padre y empleador autoritario “a la antigua”, pero dotado de un espíritu inconformista, marcado por la libertad frente a los valores y las rigideces de la burguesía. Tanto en los cómodos puentes del Queen Mary como en las viejas haciendas Argentinas, esta personalidad “global” no estaba habituada a lanzar críticas por la espalda. Su franqueza así como su intuición comercial no le ahorraron enemigos y envidiosos a este hombre que no podía soportar no tener la capacidad de decidir en sus manos. Frente a este espíritu rebelde y contumaz, que desafiaba constantemente a la gente, y con el fin de ser apreciado, Hugo Buchser también sabía manejar el arma del humor para desconcertar a sus allegados. Hay una anécdota que ilustra mejor que cualquier otra este rasgo de su carácter. Reputado por los bailes de disfraces que organizaba en el paso al año nuevo, Hugo Buchser anunció durante una de estas celebraciones al público asistente, una treintena de personas, que había invitado a un huésped de honor, un “barón”, y se les rogó que dieran la bienvenida apropiada a este invitado de nivel. Cuál no sería la sorpresa de toda aquella buena gente, engalanados con fracs y vestidos de noche y que se habían dispuesto en una guisa de guardia de honor, cuando el “barón” hizo su entrada. En realidad, el aristócrata era un vagabundo, con ropa de segunda mano, que exhalando su aliento, exclamó a voz de cuello, «¡Salud a todos! ¡Es tiempo de fiesta!». Una sonrisa, medio divertida y medio meditabunda, se concretó en la cara mate y marcada por los viajes de Hugo Buchser. Pocos de los invitados presentes regresaron al año siguiente... El editor mantuvo su fuerte carácter hasta su muerte acaecida en 1961. Su legado vis-a-vis con el sector relojero todavía se expresa hoy en día, a través de la distribución mundial de las publicaciones de Europa Star. Bajo la dirección de las sucesivas generaciones de la familia Maillard-Buchser, estas publicaciones han seguido y analizado los altibajos de la industria relojera, desde la década de 1960 hasta la actualidad. También han absorbido, con toda la flexibilidad característica de su fundador, el gran salto tecnológico de la última década. Pero esa es una historia todavía por contar.

Serge Maillard

Hugo Buchser rodeado del los actuales redactor en jefe y director de las publicaciones Europa Star, Pierre y Philippe Maillard, Ginebra, 1960.
Hugo Buchser rodeado del los actuales redactor en jefe y director de las publicaciones Europa Star, Pierre y Philippe Maillard, Ginebra, 1960.

Hugo Buchser y los orígenes de Europa Star
Versión PDF