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La industria relojera Suiza en POKER DE RIESGO

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febrero 2014


La combinación de diseño asistido por ordenador, el mecanizado de alta precisión en cada vez más potentes máquinas CNC de ejes múltiples, materiales científicos de alta tecnología y... las carteras cada vez más abultadas de los super ricos están empujando a la relojería de alta gama cada vez más alto y cada vez más lejos.

¿Qué relojes se destacaron durante la semana SIHH? Sin darles pié, «observadores» citaron el planetario de muñeca desarrollado por Van Cleef & Arpels, el reloj Poker por Christophe Claret, el Perpetual Calendar con Ecuación de tiempo por Greubel Forsey, el Dizzy Hands por Richard Mille, el TerraLuna por A. Lange & Söhne o el DB28 de De Bethune... Todos ellos relojes extraordinarios, y todo hay que decirlo, algunos de los cuales son excelentes, pero el más barato cuesta 100.000 francos suizos (antes de impuestos).

Parece que no hay fin en esta espiral ascendente, con el riesgo un día de hacer saltar la banca. Periodistas de todo el mundo - muchos de los cuales ni siquiera pueden soñar con tener algún día un reloj tal que cuesta lo mismo que una casa con piscina - babean con estos logros mecánicos dignos de estar en un museo, algunos de las cuales tienen niveles admirables de complejidad y sofisticación.

Parece que no hay fin en esta espiral ascendente, con el riesgo un día de hacer saltar la banca.

Pero se olvidan de que el pan y la mantequilla de la industria de la relojería no están allí. Estas piezas gozan de una cobertura de los medios de comunicación que no se corresponde con su importancia real en el negocio diario de la relojería mundial. Se trata literalmente de piezas parlantes, cuyo principal objetivo es atraer la atención mediática. Por supuesto, ellas son testigos de un alto nivel de investigación y desarrollo de la relojería y generan un interés que en teoría debería borrarse en el resto de la industria. Pero no debemos olvidar que estos super relojes representan un puñado de los 1.200 millones de relojes producidos cada año.

Podemos afirmar, con razón, que son la fuerza impulsora que está detrás de todas las demás. Pero también podemos afirmar que al concentrarse la mayor parte de la exageración de los medios sobre ellos creamos una disparidad entre este híper-exclusivo tope de gama y todo lo demás, que se descuida.

Y ese «todo lo demás» incluye muchos productos exitosos que son dignos de mayor interés.

Son la fuerza impulsora que está detrás de todas las demás. Pero no debemos olvidar que estos super relojes representan un puñado de los 1.200 millones de relojes producidos cada año.

Tomemos el ejemplo del calendario perpetuo. Hasta ahora, se ha limitado a la élite de los relojes y se han tenido que pagar por lo menos varias decenas de miles de francos suizos o euros para adquirir un ejemplo de la complicación que después de todo no es más útil que un cronógrafo, que en realidad nadie usa en su vida diaria. Bajo la dirección de Jérôme Lambert, Montblanc acaba de lanzar un calendario perpetuo de 10.000 € (lo que sigue siendo una suma considerable). ¿Y que oímos en los lujosos pasillos del SIHH? «Van a matar al calendario perpetuo», exclamó alguno, preocupado por sus propias gallinas de los huevos de oro. ¿Pero no es este el objetivo final de cualquier innovación tecnológica: dirigida a ser democratizada, a ser «compartirla» como dice Montblanc? ¿No es esto esencial para que la relojería de alta gama evite vivir únicamente en su propia burbuja, tan suntuosa como puede serlo, y evitar así estar desconectada de la opinión general? Porque, más allá de los confines de los iniciados, el estribillo más común de las personas «normales», la mayoría silenciosa, de todos aquellos que sólo piensan en los relojes una o dos veces al año, fue: «están locos, estos precios son insanos, repugnante». Podemos reír y podemos burlarnos, pero ¿No es esto una especie de advertencia? ¿Qué pasaría si, un día, harto de todo este exceso, el consumidor medio se diera la vuelta... para comprar un smartwatch por ejemplo?

Entonces sería el adiós al pan y la mantequilla.

Fuente: Europa Star Magazine Febrero - Marzo del 2014