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1984 en su muñeca

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julio 2017


“Antes del advenimiento del ferrocarril, poseer un reloj era un signo de riqueza, pero después se convirtió en prueba de civilización. No hay civilización sin ferrocarriles y no hay ferrocarriles sin relojes”, declaró el autor Henri Vincenot, refiriéndose a la expansión de la relojería en el siglo XIX.

1984 en su muñeca

La relojería, ese gran regulador social, sí contribuyó decisivamente al surgimiento de la civilización industrial, al permitir la coordinación de la producción, el transporte, la logística y, por tanto, la circulación de bienes y mercancías. Pero a su manera, la relojería también ayudó a esclavizar a los trabajadores, sometiéndolos a la inflexible dictadura de los horarios y a la tiranía de la tarjeta para fichar. Hoy en día, el smartwatch lleva esta esclavitud aún más allá. El laboratorio de esta nueva era de la civilización no es una poderosa industria, el acero o los ferrocarriles. No, son las finanzas, o más exactamente, lo que se conoce como «finanzas conductuales». La investigación llevada a cabo en la Universidad de Cambridge a partir de 2009 mostró que los atributos físicos juegan un papel importante en el éxito financiero de los corredores de banca, cuyas emociones fluctúan salvajemente, que están obligados a tomar decisiones en fracciones de segundo y que trabajan en un entorno ultra competitivo. Estos factores son todos ellos grandes estresantes. Resulta que la frecuencia cardíaca, la transpiración y los movimientos acelerados son todos indicadores de estrés, y todos ellos pueden ser rastreados por un smartwatch. Estudios recientes llevados a cabo por el mismo equipo de Cambridge, dirigido por el neurocientífico John Coates, muestran que los corredores de banca equipados con smartwatches, que los utilizan activamente para controlar sus parámetros físicos, manejan el estrés mejor y tienen mejores resultados que otros corredores (A quienes uno imagina luciendo relojes mecánicos caros que cada vez son más incapaces de pagar, dado su desempeño mediocre...).

Parece claro, por lo tanto, que la capacidad de leer los propios «instintos viscerales», como los que indican la temperatura corporal, la frecuencia respiratoria, la frecuencia cardíaca, la sed, el hambre y la ansiedad, lo hacen que un mejor negociante. Sin embargo, también se ha demostrado que demasiado estrés durante un largo período, genera la hormona cortisona, que puede contribuir a la aparición repentina de «aversión al riesgo y pesimismo irracional» entre los bancarios durante una crisis financiera. El estrés, claramente, debe ser manejado con sensibilidad, para asegurar que los corredores de banca sientan cierta presión, pero no demasiada, y no muy poca. Este tipo de ajuste fino es posible con la ayuda de un smartwatch. De ahí que los bancos busquen ahora cómo pueden manejar y controlar las emociones de sus empleados. “Mantener la gestión informada del rendimiento en tiempo real, midiendo la estabilidad emocional de un corredor de banca durante el reclutamiento, ayudándole a dominar sus emociones a lo largo del día, incluso bloqueando el acceso a las plataformas de negociación si sus niveles de estrés superan un punto dado” son objetivos de los controles emocionales que se ponen en marcha, según los investigadores Sylvain Frochaux y Ariel Cecchi. Y todo ello ahora es posible gracias al smartwatch. O debido a ello, como podría estar inclinado a pensar si usted ha leído 1984 de George Orwell.