a pregunta puede parecer trivial, pero las implicaciones son quizás más profundas de lo que parecen a primera vista. Es cierto que en el pasado la gente veía su propia realidad en colores, tal como lo hacemos hoy. Sin embargo, cualquier representación fotográfica de esta realidad se habría visto en blanco y negro. El mundo más allá de nuestro estrecho campo de visión, el mundo real tal como existía en otros lugares: cualquier representación del mundo que no dependiera de nuestra propia visión del color, se habría percibido únicamente en blanco y negro.
Pero cuando miramos esta misma imagen hoy, ¿es mejor verla como se vio en ese momento, en blanco y negro, o colorearla para “acercarla más a la verdadera realidad”?
¿Dónde reside la “verdad” de esta fotografía? ¿Es más “auténtico” una vez coloreado, a pesar de las incertidumbres que ello conlleva? ¿La chaqueta del comerciante era realmente azul o quizás marrón? ¿La bocina del fonógrafo era beige, rosa o quizá marfil? Nunca sabremos.
La pregunta puede parecer inútil, pero en el momento en que se tomó esta foto sirvió como prueba de la realidad. Así fue como el mundo exterior afirmó su realidad: a través de fotografías en blanco y negro. El color era dominio exclusivo de la pintura, una transposición evidentemente “irrealista” de la realidad.
Entonces, ¿dónde nos deja eso hoy? ¿Esta foto coloreada está “más cerca” de la realidad que la original? ¿O es la versión más real la que se deja en su estado original, como la habrían visto los contemporáneos en su álbum de fotos? ¿A alguien se le ocurriría colorear una película de Charlie Chaplin? ¿No perderíamos algo precioso: la capacidad de experimentar estas películas como lo hacían los espectadores de la época y comprender mejor su percepción del mundo en blanco y negro?
La misma pregunta surge en la relojería, al menos para los coleccionistas más exigentes. ¿Hasta qué punto debemos “colorear” o restaurar un reloj antiguo? ¿Deberíamos limpiar su esfera? ¿Borrar sus defectos? ¿Limpiar los rayones de su carcasa? ¿Reemplazar algunos de los componentes del movimiento? ¿Optimizarlo? ¿“Impulsarlo” como un Fiat 500 con motor turboalimentado? ¿O es mejor, en definitiva, dejarlo en buen estado de funcionamiento y al mismo tiempo esforzarse por conservar su estado original, con todo el peso de los años?
En otras palabras, ¿es mejor tener una fotografía vieja y arrugada en blanco y negro o una gloriosa restauración digital? El primero lleva el peso de su historia; ha pasado de mano en mano, ha sido contemplado por innumerables pares de ojos. Este último es atractivo pero carece de profundidad. Ya no es el original; Es una copia digitalizada, coloreada y actualizada, perfectamente lista para Instagram pero vacía y sin historia.
*El lector, Aashdhin K. Billimoria, es el autor de una nueva “Comprehensive Guide to Vintage Swiss Watches”, ricamente ilustrada con fotografías, ¡en color! Contacto (IG): aashdin.billimoria