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Estar juntos (en la vida real)

EDITORIAL

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julio 2024


Estar juntos (en la vida real)

A medida que el mundo virtual se expande y abarca todos los aspectos de nuestra vida, crece paradójicamente la necesidad de contacto directo, presencia física, diálogo cara a cara, encuentros para compartir palabras, pensamientos, risas y lágrimas. No sería exagerado suponer que esta necesidad humana básica aumentará en proporción al rápido desarrollo del mundo virtual, en medio de una creciente confusión entre lo real y lo falso.

H

ace poco, en una de esas grandes conferencias de Silicon Valley, nos dijeron que, dentro de poco, ya no será posible distinguir una voz sintética de la de un ser humano real. Ya no tendremos la certeza de si estamos hablando con una máquina “inteligente” o con un ser real de carne y hueso, por muy inteligente o estúpido que sea (y si es estúpido, probablemente sea una señal fiable de que es humano. Pero claro…)

En una época en la que la inteligencia artificial y sus algoritmos, alimentados por el Big Data, pueden dar a nuestros interlocutores virtuales la capacidad de adaptarse a nosotros con una precisión aterradora (la máquina nos preguntará si nuestro pequeño se ha recuperado de la gripe –y lo sabrá porque, sin que nosotros lo sepamos, es uno de nuestros “amigos” de Facebook)-, el mundo virtual se convierte en una pesadilla. El Gran Hermano es un gnomo de jardín en comparación. Dado que no tenemos forma de evitar estos cambios, tendremos que encontrar formas de sortearlos.

Y ya está sucediendo. El vehículo para esta elusión es la cultura, definida como: “un conjunto de formas de pensar, sentir y actuar compartidas por un grupo de personas que forman un grupo social específico y distinto”. El mundo de los relojes es, ante todo, una cultura. Es una cultura expresada a través de productos, pero que precede a esos productos y se extiende más allá de ellos.

Los cambios recientes en las ferias y salones de relojes son una prueba de ello. Como dijeron los grandes del SIHH sobre su próxima feria en 2019: “Esta estrategia de abrir el SIHH al mundo y formar parte de la era digital... con un vasto programa de contenidos, con conferencias, mesas redondas y debates, contribuye al alcance internacional de la feria y aumenta el atractivo de la Alta Relojería en todo el mundo”.

Pero “el SIHH es un evento que hay que vivir”. Y, gracias al programa SIHH Live, “ahora se puede vivir en cualquier parte del mundo, y por los 20.000 visitantes que se esperan de nuevo en Ginebra el año que viene”. ¿No es más que una necesidad de tocar los productos y codearse con los compañeros? Piensen en esto: ¿por qué los altos directivos de Google envían a sus hijos a la Escuela Waldorf de la Península, donde las pantallas están prohibidas, para aprender a tejer, escribir con tizas en una pizarra y practicar aritmética cortando tartas de fruta en rodajas?

Porque la cultura se aprende juntos, en el mundo real, donde todos nuestros sentidos pueden estar involucrados.