n el corazón de una colina perdida en algún lugar del desierto de Texas, en un pozo excavado a varios cientos de metros de profundidad en la roca, se encuentra el prototipo de un reloj sin igual. Con un peso motor de cinco toneladas y ruedas dentadas de dos metros de diámetro, el Reloj del Largo Ahora debería marcar el tiempo durante los próximos diez milenios. Detrás de este proyecto se encuentra la fundación Californiana The Long Now, cuyo objetivo es “fomentar la imaginación a escala de las civilizaciones”.
La fundación presentó un primer prototipo, de dos metros de tamaño, en 1999 y desde entonces se exhibe en el Museo de Ciencias de Londres. Para su segundo reloj a escala real, obtuvo el apoyo del empresario Jeff Bezos (la segunda persona más rica del mundo, con una fortuna de 200.000 millones de dólares).
El multimillonario aportó 42.000 millones de dólares para su construcción, además de una colina situada en su rancho de 600 m² en Texas, donde también se encuentra el lugar de lanzamiento de los cohetes de su empresa, Blue Origin. Los trabajos de excavación comenzaron en 2009 y recientemente se instalaron los componentes principales del reloj. Debería estar en pleno funcionamiento “en los próximos años”, según anunció su diseñador, Danny Hillis, en una entrevista interna publicada en 2024.
- Esta pieza de bronce fundido es la representación material de la curva necesaria para traducir, con ayuda de una leva, el tiempo incremental absoluto (medido por el péndulo de torsión) en tiempo solar, dependiente este último de la órbita y de la inclinación de la Tierra.
Sincronizador solar
El oscilador es un péndulo de torsión de titanio con un período de siete segundos. Está formado por un brazo de casi dos metros de longitud con dos pesas del tamaño de un balón de fútbol en cada extremo. El mecanismo es fiable, pero no muy preciso, ya que acumula deriva. Un bucle de enganche de fase mantiene la precisión al acoplarlo a un «sincronizador solar», un dispositivo con un prisma de zafiro sintético situado debajo de la cúpula vidriada, de varios metros de diámetro, que cierra el eje. Está orientado de tal manera que capta la luz del sol solo cuando el sol está en su cenit, independientemente del día del año.
- El sincronizador solar capta la luz del sol cuando éste se encuentra exactamente en su cenit y la enfoca sobre un hilo metálico que se contrae, ajustando el tiempo medido por el péndulo de torsión.
El prisma concentra los rayos solares cuando el sol está en su cenit y calienta un alambre metálico de nitinol –una aleación de níquel y titanio con la particularidad de tener memoria de forma–: cuando supera una determinada temperatura, se contrae y acciona una palanca mecánica que ajusta el reloj diariamente –o al menos todos los días que brilla el sol–. Una leva realiza la transformación necesaria para pasar del mediodía solar, que depende de la órbita y la rotación de la Tierra, al tiempo incremental proporcionado por el péndulo.
- Vista desde la parte superior del pozo, mostrando la escalera en el borde y las ruedas dentadas en el centro.
Un ordenador mecánico
En lugar de los reductores tradicionales, el sistema utiliza un ordenador mecánico para registrar el tiempo transcurrido. Este utiliza una lógica binaria basada en engranajes y palancas para hacer funcionar cifras de 32 bits (hasta 4.300 millones), que luego se transforman en hora local mediante levas. Este enfoque computacional permitirá modificar los cálculos sin detener el reloj, por ejemplo, para tener en cuenta la ralentización de la rotación de la Tierra y el alargamiento de los días.
- Una leva sigue la superficie de la parte central de bronce fundido para transformar el tiempo incremental absoluto en tiempo solar.
La fundación prevé indicar el tiempo de cinco maneras diferentes en otras tantas salas excavadas en la roca. La primera sala, dedicada al tiempo anual, contiene un planetario que muestra el movimiento de los planetas, la Luna y las sondas espaciales. Lo que se indicará en las otras cuatro salas, destinadas a marcar el paso de diez, cien, mil y diez mil años, aún no está decidido: eso se dejará a las generaciones futuras.
La fecha que se muestra indica únicamente el año, en un formato de cinco cifras para evitar cualquier “error del año 10.000” (el año actual es, por tanto, 02024). El reloj tiene un carillón de 10 campanadas controlado por una calculadora mecánica formada por ruedas de Ginebra. Programado por el músico Brian Eno, es capaz de generar más de tres millones de melodías diferentes, lo que garantiza que cada secuencia reproducida en la caverna texana sea absolutamente única.
Según los inventores, el proyecto fue diseñado siguiendo cinco principios: longevidad, por supuesto, mantenibilidad con herramientas simples, transparencia para asegurar que las generaciones futuras puedan entender cómo funciona el reloj sin tener que desmontarlo, capacidad de evolución para poder adaptar y mejorar el mecanismo, y escalabilidad para poder pasar de prototipos en miniatura a sistemas a escala real.
- El músico Brian Eno programó las melodías que esta computadora mecánica toca en diez campanas tubulares. Son posibles más de 3,5 millones de combinaciones.
Estas limitaciones descartaban ciertas soluciones para alimentar los diferentes mecanismos, como la energía fotovoltaica o la nuclear. Por ello, se optó por un peso motor sencillo y proporcional al tamaño del mecanismo: una esfera de bronce de varios metros de diámetro, rellena de hormigón y de cinco toneladas de peso.
Dos mecanismos elevan el peso. El primero es automático y marca el tiempo de forma ininterrumpida. Se alimenta con la diferencia de temperatura entre la noche y el día: el sincronizador solar calienta una cámara de aire, que mueve un cilindro de grafito y eleva el peso motor. El segundo es un torno horizontal, o cabrestante, que se da cuerda al visitante y que produce la energía necesaria para hacer funcionar el mecanismo de visualización y las campanas.
Peregrinos viajeros
Para su inventor Danny Hillis, algún día debería ser posible visitar el reloj de Texas, no como una atracción turística, sino “más bien como una peregrinación para el buscador más decidido”. Guiado por un guía a través de un desierto que es el hogar de “pumas y serpientes de cascabel”, el visitante tendrá que seguir un desafiante sendero de montaña hasta una entrada en la pared del acantilado.
Tendrá que pasar por una cámara similar a una esclusa de aire para acceder a la base del pozo. Después de subir la escalera de caracol, podrá dar cuerda al mecanismo para mostrar la fecha y escuchar una melodía – única – en las campanadas. La fundación planea construir un segundo reloj, más accesible, en la cima de una montaña en Nevada.
Si bien el proyecto de construir un reloj a escala de las civilizaciones impresiona por los desafíos técnicos que debe superar, su ambición filosófica no está exenta de críticas. En 2020, en Wired (una revista conocida por su optimismo tecnológico), el politólogo David Karpf describió el reloj de 10.000 años como una pérdida de tiempo: un proyecto de un multimillonario para multimillonarios que, al centrarse en el futuro, ofrece “una vía de escape a la lucha contra los tiempos oscuros que estamos viviendo” y una invitación a “ignorar los problemas que enfrentamos hoy”. ¿Lo verán nuestros descendientes de la misma manera?