articulos


La Gran Disputa entre Antiguos y Modernos

English Pусский 中文
noviembre 2008


A nuestro regreso de las ferias de relojería de la primavera, habiendo visto tantísimos relojes, y habiéndolos tocado, sopesado, examinado y volteado de todas las formas imaginables, nos dio la impresión de que nosotros también nos habíamos transformado en un tourbillon. Los pudimos ver dobles, triples, multiaxiales, descentrados, esféricos... en fin: todo tourbillon imaginable. ¡Alto ahí, basta ya! En el fondo, todo lo que nos hacía falta era un poco de gravitación para hacernos volver a la tierra. De retorno a tierra firme, pusimos manos a la obra para separar el grano (relojero) de la paja. ¿Por donde empezar? ¿Por las piezas más extravagantes - abundantemente presentes en las ferias – o, por el contrario, por los más puros y simples ejemplares? La primera impresión fue que las muchas docenas de “prototipos” presentados dominaban las conversaciones en los corrillos que se formaban en los pasillos de BaselWorld, del SIHH y de los grandes hoteles de Ginebra, donde algunas de las marcas independientes exhibían sus productos. Estos “relojes” – aún asumiendo el riesgo de llamar a algunos de ellos “relojes” – sin duda han marcado un punto de inflexión en la historia de la relojería. ¿O es este fenómeno un simple punto de partida del universo de la relojería tal y como lo conocemos?

¿Quienes son aquí los conformistas?

Tenemos todo el derecho a hacernos esta pregunta tras haber examinado tantos objetos inusuales que nos sorprendieron por su talla, grosor, volumen, peso y la extravagancia de las unidades exhibidas, que sentimos un cierto alivio – incluso nos calmó – cuando un relojero nos mostró un reloj elegante, ortodoxo, clásico, bien proporcionado e impecablemente acabado. Llegados a este extremo, estos relojes fueron una bendición para nuestros pobres ojos irritados. De hecho, se trata de dos conceptos de relojería radicalmente distintos, que van más allá de la mesura del tiempo y que son polos completamente enfrentados. ¿Estamos asistiendo a la reposición en clave relojera de la histórica “disputa entre antiguos y modernos”? La respuesta no es fácil de adivinar ya que, en este caso, los “modernos” no son necesariamente los que podíamos suponer y los “antiguos” son, a veces, aquellos que muestran el mayor grado de vanguardismo. Un breve repaso a la historia nos puede aportar luz sobre la situación presente. En la famosa “Querelle des Anciens et des Modernes” (Disputa entre los antiguos y los modernos, la pugna artística y literaria que se encendió alrededor de 1690 en la Francia de Luis XIV), los “modernos” querían eliminar las tradiciones del pasado substituyéndolas por nuevas formas de expresión artística a mayor gloria de su soberano, el Rey Sol.A pesar de las apariencias, los “modernos” eran, de hecho, los más conformistas y reaccionarios de los dos grupos. En el otro bando, los “antiguos”, bajo el disfraz de la defensa de los cánones clásicos, a menudo disimulaban una feroz crítica al régimen político absolutista. En cualquier situación dada, sin disponer de la necesaria perspectiva, no resulta sencillo determinar el verdadero conformismo de una época: no siempre lo encontramos donde se supone que debe estar. ¿No son los más conformistas aquellos que insisten en diferenciarse, por su originalidad, a toda costa? ¿No estamos presenciando hoy un nuevo conformismo medido por la extravagancia? También podríamos afirmar que este es un conformismo de nuevos ricos. ¿Por qué? En su mayor parte, estos “relojes” escandalosos que se vendieron en cantidades de unas pocas docenas a precios superiores a los cientos de miles de euros, acabaran en las muñecas de los pocos multimillonarios que surgen a diario en el planeta.

Más allá de las apariencias

A pesar de todo, este paralelismo debe ser establecido con cautela ya que las cosas suelen ser siempre más complicadas de lo que parecen. Ejemplos de “antiguo” y “moderno” se entremezclan alegremente incluso entre los productos de un mismo fabricante. Por eso, intentaremos escarbar bajo la superficie e intentaremos clasificar a nuestros relojeros en una de estas tres categorías: “Relojería Clásica Preciosa”, “Vanguardia en la Relojería” y “Más allá de la Relojería”. Nos hacemos cargo de que estas tres divisiones se solapan frecuentemente y que hay relojeros que militan en campos opuestos simultáneamente. Dicho de otro modo, a veces hallamos a un “antiguo” en el bando “moderno” y a veces encontramos un “moderno” que funciona como un “antiguo”. A modo de ejemplo ilustrativo, vamos a comparar dos relojes aparecidos en los salones de primavera, ambos elegidos por poseer determinados atributos, y que aparentemente están en posiciones antípodas del espectro. A mi izquierda, categoría “antiguo”, el repetidor de minutos Souveraine de François-Paul Journe; y a mi derecha, categoría “modernos”, un OVNI, el DeWitt WX-1. Opinen, señores: ¿cual es más revolucionario?

Répétition Minutes Souveraine contra WX-1

Contrariamente a todas las apariencias y a pesar de todos los comentarios que nos hemos tenido que oir, el más revolucionario es el Répétition Minutes Souveraine de Journe, una maravilla mecánica que ha accedido a territorio relojero inexplorado hasta la fecha. Con su consistente y decidida exploración de los cimientos de las formas más clásicas de la Alta Relojería, Journe ha expandido las fronteras del imperio relojero a base de integrar un repetidor de minutos en un movimiento de apenas 4 mm de grosor. Ha conseguido acomodar una gran complicación de 301 piezas en el espacio que ocupa un simple calibre de armado manual. Para conseguir esta hazaña, Journe diseñó un original sistema de correderas y martillos cuya configuración ocupa un mínimo espacio. Además, puso un timbre plano, ya empleado en su Grande Sonnerie y lo montó bajo la esfera en vez de alrededor del movimiento, como se hace habitualmente. De este modo no solo consiguió más espacio para la mecánica sino que además obtuvo un sonido potente y cristalino. Siguiendo su lógica particular, que premia la funcionalidad y la eficacia cronométrica y, en este caso concreto, la calidad de sonido, Journe decidió usar una caja de acero (tiene mejor rendimiento acústico) para acomodar su repetidor de minutos extraplano. Para obtener mayor estabilidad energética, colocó dos barriletes en paralelo que proporcionan 56 horas de funcionamiento ininterrumpido.

La Gran Disputa entre Antiguos y Modernos REPETIDOR DE MINUTOS SOUVERAINE por F.-P. Journe

Las formas de la caja, los materiales y la arquitectura del movimiento trabajan en conjunto con una sola finalidad. En otras palabras, no hay nada injustificado. Como dice el mismo Journe, “Cuando uno ejerce la relojería, uno no hace de escultor mecánico. La juguetería no es mi profesión.” Para aquellos que, a pesar de todo, se sienten atraídos por las esculturas mecánicas o los juguetes para niños mayores (y niños ricos, porque la factura asciende a 400.000 euros), no hace falta que busquen más, que aquí está el WX-1 de DeWitt. Según Jérôme DeWitt, este portentoso reloj es en realidad “un tipo diferente de reloj y es algo más que un reloj. Es una obra de arte contemporáneo que confiere una nueva dimensión al universo de la relojería.” No podríamos concebir una aproximación más opuesta a la de François-Paul Journe. El objetivo manifiesto de DeWitt no tiene nada que ver con la continua mejora de las prestaciones relojeras. Al contrario, busca construir un objeto multidimensional cuyo objetivo último no es hacer relojería de precisión, ni tan solo dar o hacer sonar la hora. Esta pieza va más allá de la relojería convencional.Viene a ser una especie de ultrarrelojería. ¿El objetivo de los “modernos” es desligar al objeto de su función? El concepto del WX-1 disocia efectivamente la exhibición de la información – horas y minutos – del motor de movimiento, que está ubicado a un lado, verticalmente, bajo una especie de caparazón que se puede deslizar hacia afuera para mostrar los cinco barriletes, el tren de engranajes, el carro del tourbillon y el dispositivo de armado del resorte. Es prácticamente imposible describir detalladamente esta “obra de arte contemporánea” (como la llaman sus creadores: Jérôme DeWitt y el arquitecto francés Jean-Michel Wilmotte, quien aportó sus dotes de arquitecto al proyecto). El bastidor – aquí no podemos hablar de una simple caja – del WX-1 es una estructura arquitectónica a mitad de camino entre el Nautilus del Capitán Nemo y una nave nodriza de la Guerra de las Galaxias. Con sus 370 piezas de titanio, aluminio anodizado y oro rosa, el reloj solo pesa 191 gramos, pero deben descartar intentar pasar por un detector de metales aeroportuario con el reloj puesto a no ser que quieran ir a pasar las vacaciones a Guantánamo. El WX-1 se entrega con una peana de sobremesa, inspirada en la Torre Eiffel, que lo convierte en un reloj de despacho.

La Gran Disputa entre Antiguos y Modernos WX-1 por DeWitt

Para dar cuerda a los cinco barriletes se precisan unos pocos segundos con la ayuda de una herramienta electrónica que se inserta en una de las dos chimeneas del lateral de la caja, como dos reactores. La otra abertura nos permite una visión lateral del tourbillon vertical. Con el WX-1 nos hallamos más allá de los confines del universo conocido (la relojería tradicional) donde las leyes para juzgar este tipo de objetos son obviamente diferentes. El hecho de que encuentren este reloj fascinante o repulsivo no tiene la menor importancia. Lo que si que es importante es que el WX-1 cuestiona el partido de los “modernos”. Yendo más allá de las normas de la relojería y acercándose al “arte”, ¿no se convierte en una cuestión de futilidad o, más aún, de vanidad? ¿O es una especie de homenaje subconsciente a la vacuidad de nuestros tiempos?

Tourbillon Urbi et Orbe

Tras esta pregunta tan peliaguda, continuaremos con el recorrido por las ferias.Y, oh!, aquí llegan los tourbillons en masa. Estos dispositivos se han vuelto tan corrientes últimamente que casi podríamos compararlos a un pariente pobre. Entre los tourbillons encontramos de nuevo la “Disputa entre los antiguos y los modernos”, que enfrenta el planteamiento de una marca como Greubel Forsey, por ejemplo, al de Zenith con su Zero- G (gravedad cero) de tourbillon giroscópico, o Concord con su C1 Gravity Tourbillon, entre otros. Como en el caso de Journe, el objetivo de Robert Greubel y Stephen Forsey es mantenerse en la senda de la relojería al tiempo que se adelanta en la cuestión artística tan lejos como sea posible. “Nuestra aventura comenzó con nuestro rechazo a aceptar la declaración de nuestros maestros que insistían en que “en relojería ya se ha hecho todo lo posible”, nos explica Stephen Forsey. Su rechazo a creerse que la ciencia de la relojería no tenía progreso posible sirvió de base al enfoque adoptado por este dúo de relojeros. Quieren trasladar las fronteras más allá sin caer en lo superfluo, en busca de la cronometría óptima, el progreso técnico y la calidad de diseño. Para estos dos hombres, estos objetivos van interconectados, de forma natural, y como resultado de ello han surgido una serie de piezas significativas: el Doble Tourbillon de 30º; el Tourbillon Inclinado de 24 segundos (diseñado para neutralizar desviaciones operativas); el Cuádruple Tourbillon Diferencial Esférico, que multiplica por dos la prestación de los dos órganos reguladores; y el próximo Tourbillon Diferencial de Equivalencia, que suministrará una fuerza constante a los órganos reguladores.

La Gran Disputa entre Antiguos y Modernos Cuádruple tourbillon de diferencial esférico por Greubel & Forsey

Mientras que los esfuerzos de Greubel y Forsey se centran en la investigación fundamental, también queda de manifiesto el deseo de alcanzar una perfecta maestría en cuanto a las formas. Una pureza estética coherente va íntimamente ligada a la idiosincrasia de la pieza. Sus relojes, bellos y llevables, aparecen regularmente, sin concesiones al marketing. Probablemente pertenecen a los “antiguos”, pero este par de talentos se sitúa claramente entre los más “modernos” de los relojeros de hoy día. En clara oposición al planteamiento paciente y constante adoptado por Greubel y Forsey, se hallan los tourbillons “modernos” de Zenith (Zero G) y Concord (C1 Gravity). Con todo lo sorprendentes que puedan ser estos tourbillons – han conseguido superar muchos obstáculos técnicos – su efectividad práctica queda por demostrarse. (A este respecto, nos gustaría ver organizarse una competición cronométrica exclusivamente para tourbillons.) Tras ver el Zero-G de Zenith girando en todas las direcciones posibles no puedes sino pensar que el reloj en cuestión es sencillamente deslumbrante. Su moderna caja multicapa Defy Xtreme está hecha de materiales novedosos, como el cristal Hesalite, la fibra de carbono, el aluminio y el titanio ennegrecido. La jaula giroscópica – de 166 componentes – va montada en juntas de cardán, como las usadas en los antiguos cronómetros marinos, lo que le permite girar interminablemente al más mínimo movimiento. Mientras que todo parece moverse en todas direcciones dependiendo de la posición de la muñeca, el órgano regulador se mantiene constantemente en posición absolutamente horizontal. El conjunto del sistema funciona gracias a un ingenioso invento patentado por Zenith, que une los planos horizontal y vertical mediante un engranaje cónico con dentado en espiral que invierte y compensa los movimientos del bastidor. En el Concord C1 Tourbillon Gravity se utiliza el mismo concepto de unir los planos vertical y horizontal aunque de una manera algo diferente. Los “alquimistas” de BNB Concept desarrollaron este calibre especialmente para Concord. Fieles al estilo “moderno” en la activación de las funciones, en este reloj el tourbillon está ubicado en posición vertical en la periferia de la esfera y de la caja, haciendo que parezca que está exento del mecanismo al que, no obstante, está conectado mediante un piñón perpendicular. Adherido al carro del tourbillon de aluminio-litio, que rota una vez por minuto, encontramos un aro negro de aluminio con los números impresos que indica los segundos. Al desplazar el tourbillon al lateral de la caja se puede abrir la esfera multicapa para ubicar los indicadores de las diversas funciones: hora, minuto, reserva de marcha, índice de fiabilidad y cronógrafo ratrapante.

La terminología paramilitar utilizada por Concord para describir su tourbillon delata las intenciones de la marca por conquistar el mercado. ¡Pónganse firmes, aar! Entre los términos empleados encontramos “desafiante, vanguardia, estratégico, insolente, autoritario, marcial, asedio, conquista”. Por si fuera poco, describen el reloj como “al borde de la locura, anticonvencional, reformista convencido, adelantado a su tiempo”. ¡Descansen, aar! Cuando uno habla de reforma, debe ser cuidadoso al precisar el significado del término y cuál es el objetivo de la reforma. Debemos también preguntarnos si estos tourbillons son aún tourbillons, en el sentido estricto de la palabra, tal y como la estableció Breguet. Según esta patente centenaria, la rotación de la jaula del tourbillon, que contiene el péndulo y el escape, va comandada por un único juego de engranajes y gira en el plano del eje de oscilación. El eje de la jaula móvil está así alineado con el eje del péndulo. Como se ve, este no es el caso en algunos de los ejemplos que vimos.

La Gran Disputa entre Antiguos y Modernos C1 GRAVITY por Concord, ZERO-G por Zenith

El carrusel se incorpora al baile

En un intento de establecer este debate (de paso les diré que la inmensa mayoría de los compradores de tourbillons pasan olímpicamente de esta controversia), el anarco-relojero Vincent Calabrese – que se mudó con todos los trastos a Blancpain – ha creado no un tourbillon sino un carrusel. Sin querer entrar en muchos detalles técnicos, solo les diré que el carrusel, inventado en 1892 por el danés Bahne Bonniksen, se distingue del tourbillon en que está acoplado al barrilete mediante dos trenes de engranajes distintos: uno para la transmisión de energía y otro para la función de recuento. En caso de que un tourbillon se detenga provoca la detención de todo el reloj y eso no sucede con el carrusel.

La Gran Disputa entre Antiguos y Modernos CARROUSEL por Blancpain

La novedad en el carrusel de Blancpain es el desarrollo de un sistema que asegura la rotación de la jaula en 60 segundos, cosa que no sucedía en carruseles anteriores. El relojero danés creó el carrusel con el objetivo de conseguir un nivel de precisión comparable al de un tourbillon y que fuera más sencillo de fabricar. Luego resultó que el dispositivo era de producción muy compleja y fue paulatinamente abandonado. En el caso del carrusel de Blancpain, este dispositivo no dirime el debate entre iniciados, ya que no solo completa un giro en un minuto, cosa reservada hasta ahora a los tourbillon, sino que su péndulo también está en el centro de la jaula, exactamente como en un tourbillon. Muy probablemente este dispositivo abrirá nuevas sendas de investigación, y Blancpain no ha dudado en anunciarnos la llegada de una nueva familia de medidores horarios fundados en esta tecnología.

Alejamiento de la relojería

Con el carrusel aún estamos dentro de la categoría de relojería pura, tanto da si es antigua o moderna o ambas cosas a la vez. Esto está años luz de las actividades de alguien como Romain Jérôme quien ocupó los titulares con su Day & Night Double Tourbillon, una máquina con dos jaulas que funcionan alternativamente. Desarrollado por BNB Concept (¡Oh cielos, Ellos de nuevo!), Romain Jérôme reinterpretó este invento para crear un guardatiempos excepcional que no indica la hora. Desprovisto de todos los indicadores básicos, como hora, minutos y segundos, deja espacio disponible para dos periodos alternativos de doce horas. Su explícita reclamación de “alejamiento de la relojería” parece estar en sintonía con las demandas del mercado, a juzgar por la confesión de Jérôme, de que había recibido pedidos por más de 300 millones de euros en su minúsculo stand de 32 metros cuadrados en BaselWorld, para sus controvertidas unidades Titanic DNA que se comercializan desde hace tan solo cinco meses. El éxito, al menos en cuanto a notoriedad, del Day & Night Tourbillon (que solo conserva síntomas de actividad mecánica reminiscente de la relojería y que está desprovisto de funciones cronométricas) es paradigmático como un cierto punto de inflexión en la relojería. Animado por consideraciones de marketing es, en mi opinión, el más claro signo de que se está formando una burbuja en la relojería. Bajo esta misma influencia descubrimos un gran número de marcas jóvenes en las ferias de primavera, que se están embarcando en la misma dirección: grandes piezas que muestran en su exterior los más distintivos signos de la modernidad – formas audaces, combinación de materiales inusuales, funciones superlativas, vistas de la mecánica, tridimensionalidad de las esferas, una predilección por el oro rosa y el negro – cuyo objetivo es el extremo superior del mercado – tourbillons, cronógrafos ratrapantes, repetidores de minutos, calendarios perpetuos – y que reclaman para sí mismos pertenecer a la vanguardia de la relojería, aunque solo lo sean en cuanto al precio ya que la gran mayoría vende sus piezas en la escala de las cinco a seis cifras. Cuando la vanguardia está tan abarrotada y omnipresente nos preguntamos si se trata realmente de la vanguardia o si no es el grueso de las fuerzas y, por tanto, un ejemplo de conformismo de moda. Mientras sea posible, debemos ensalzar las virtudes que animan a la relojería actual, pero también debemos distinguir entre lo que es genuinamente creativo de lo que es, a todas luces, una tendencia generalizada, una moda al fin y al cabo.

La Gran Disputa entre Antiguos y Modernos DOBLE TOURBILLON DAY & NIGHT por Romain Jérôme, OPUS 8 por Harry Winston

Lúdico y Poético

Las piezas más lúdicas y poéticas no siempre son las más imaginativas, aunque hay excepciones a esta regla. Un ejemplo de esto último es el muy sorprendente Opus 8 de Harry Winston. Este Opus 8 es producto de una imaginación sin restricciones, cuya función última es indicar la hora y los minutos (más exactamente: los cinco minutos más próximos). En el Opus 8 la hora se muestra, como por arte de magia, mediante números digitales (por ejemplo, las 20:00 horas se expresa como 08 PM). A petición (mediante un pulsador deslizante), la hora aparece y puede ser leída en relieve en una pletina que unos segundos antes parecía absolutamente plana mostrando tan solo un repetitivo diseño. Ver aparecer el número en tres dimensiones es una experiencia simplemente mágica. En cuanto a los minutos, estos se muestran en una escala vertical del lateral de la caja, graduada a intervalos de cinco minutos donde un indicador salta de un intervalo al siguiente. No diremos que sea la precisión absoluta, pero sí diremos que, a pesar de las apariencias, el conjunto es absolutamente mecánico. Este hito tecnológico se debe al entusiasmo creativo de un relojero periférico, Frédéric Garinaud. Graduado en la Academia Naval francesa con formación como mecánico de a bordo, asistió a los cursos del conservatorio de artes y oficios de Lyon y se convirtió en un especialista de la galvanoplastia. Garinaud se estableció en la relojería en 2001 cuando entró en Renaud & Papi, el “laboratorio” de Audemars Piguet, donde fundó, en 2005, la célula de especialidades relojeras (Cellule des Spécialités Horlogères). Su frescura relativa comparada con el peso de la tradición, sin duda le permitió trabajar desacomplejado. Un hombre del siglo XXI (nació en 1971), presentó unas propuestas de relojería muy influenciadas por el pop-art. Su Opus 8 recuerda a la pantalla de una televisión con números de segmentos que parecen grabados en una pletina que evoca las primeras pantallas digitales. De hecho, el Opus 8 obtiene su inspiración en el Pin Art, aquel juguete para ejecutivos en los que se obtiene una imagen tridimensional mediante una tupida matriz de agujas metálicas. El Opus 8 es un ejemplo del segmento de la relojería lúdica que se materializado gracias al empleo de la tecnología más avanzada. A este respecto, recordamos también las últimas creaciones de De Grisogono que ya comentamos en números anteriores. Así que, no debemos negarnos el placer de disfrutar de este tipo de relojes. La relojería puede resultar graciosa y, a la vez, repleta de diversión técnica. En cuanto a la ludicidad – y, porqué no, poesía – podemos mencionar de pasada una realización encantadora de Hermès, el Grandes Heures. No se trata de un reloj de gran complejidad técnica pero si que aporta una gran novedad funcional en cuanto a la manera de leer la hora: subjetiva y ultrapersonal. La distancia, alrededor de los confines de la esfera, que separa los indicadores de las horas no mantiene los acostumbrados intervalos regulares sino que varían en función de aquellas horas que tienen mayor importancia para quien lleva el reloj. Ejemplo: mientras que las doce están donde suelen estar, la una está a las dos a las cuatro, luego las 3, 4 y 5 se amontonan hasta llegar a las 6, etc., como si quisiéramos que estas horas de trabajo pasaran más deprisa.

La contraseña: Silicio

Si nos alejamos de estos tiernos y poéticos ejemplares y nos acercamos a cuestiones más prácticas y tecnológicas, nos tropezamos con harta frecuencia con una palabra que es una especie de “ábrete sésamo” de la relojería actual: el silicio. Nos lo encontramos en Ulysse Nardin, en Chopard (en un nuevo movimiento de alta frecuencia), en Frédérique Constant, en Girard-Perregaux y en Patek Philippe.

La Gran Disputa entre Antiguos y Modernos PULSOMAX® por Patek Philippe, 5450P por Patek Philippe

Pero es que ahora se ha traspasado un umbral, hemos pasado de la simple utilización del silicio como material sustitutorio a la creación de nuevas geometrías de escape como en el caso de Patek Philippe e incluso más allá, al desarrollo de un concepto totalmente nuevo de escape como ha hecho Girard-Perregaux. Durante una concurrida y muy técnica conferencia de prensa, la unidad de investigación avanzada de Patek Philippe presentó su tercera innovación, el escape Pulsomax. Los principios en los que se basa el escape Pulsomax son similares a los del escape clásico suizo de levas pero con la ventaja añadida de que mejora las prestaciones gracias a la optimización del funcionamiento mediante nuevos diseños y geometrías. Las nuevas levas están cortadas, o mejor dicho, creadas mediante un proceso de grabado iónico reactivo profundo (DRIE) que permite el mecanizado de componentes de Silinvar (material patentado obtenido de silicio puro sometido a un proceso, patentado a su vez, de oxidación en vacío con propiedades de compensación de temperatura), en un segundo plano horizontal. Estas nuevas levas ya no necesitan que se les monten paletas de rubí. Las paletas se ha integrado en la propia leva cuya completa geometría ha sido rediseñada (cada una de las paletas posee una forma específica). La leva interacciona con una rueda de escape totalmente nueva, fabricada también en Silinvar, y que tiene 16 dientes en vez de los 20 habituales. El proceso de corte DRIE permite la fabricación de piezas únicas, minúsculas y de formas precisas con unas tolerancias que son la mitad que en las piezas fabricadas mediante procedimientos tradicionales. El resultado, según los expertos de Patek Philippe, es una mayor transmisión de energía al péndulo; mejora de la eficiencia gracias al isocronismo mejorado (Patek Philippe reivindica un 30 por ciento de mejora en la reserva de marcha, con lo que un reloj con reserva de 48 horas seguiría latiendo aún otras 14 horas); y proporciona significativas mejoras en la fiabilidad a largo plazo y sin uso de lubricantes. Este escape (el primero en ser 100 por 100 Patek Philippe, una tranquilidad para el espíritu independiente de la compañía) equipará a la tercera generación de relojes bajo la marca “Patek Philippe Advanced Research”. Producidos en series limitadas de 300 unidades bajo la referencia 5450, portarán una caja en platino, movimiento automático, calendario anual, fases lunares e indicador de reserva de marcha.

El Escape constante

Girard-Perregaux siguió un camino aún más atrevido, desligado de la mejora del probado escape suizo de levas. Al contrario, el objetivo de la marca fue la creación de un escape totalmente nuevo y original a la vez que increíble. El resultado ha sido el escape constante. Su diseño cabe calificarlo de revolucionario puesto que parte de una arquitectura radicalmente diferente del escape suizo – y de cualquier otro escape – y su principio de funcionamiento es completamente diferente.

La Gran Disputa entre Antiguos y Modernos THE CONSTANT ESCAPEMENT por Girard-Perregaux

Para entender como funciona, recuerden de su infancia aquellos juguetes, casi siempre ranas, que saltaban cuando se ejercía presión en una lengüeta metálica curvada. Con la presión, la lengüeta se deformaba y, al liberarla, impulsaba la rana que daba un gran salto adelante. En el escape constante, una hoja biestable permite la distribución de la energía con una amplitud y una frecuencia constantes hasta el agotamiento de la reserva de potencia. Más fina que un cabello humano, la hoja se ha obtenido mediante el proceso de grabado del silicio (DRIE). Está integrado en el bastidor que lo soporta y en conjunto forman el resorte del escape. Este resorte actúa como un microacumulador de energía. A cada alternancia del oscilador acumula su energía y luego la libera, pasando de un estado estable a un segundo estado metaestable (como la lengüeta de la rana, para entendernos). El sistema es capaz de liberar impulsos de fuerza constante, lo que permite una amplitud y frecuencia también constantes a pesar de las diferencias en la potencia recibida. Al diseñar su nuevo invento, los relojeros de Girard-Perregaux debieron, obviamente, replantear la arquitectura y la geometría de todo el escape. La rueda de seis dientes del escape, la leva de accionamiento, la leva de detención y la doble pletina se han dispuesto en una forma totalmente inusual. Con su nuevo escape, Girard-Perregaux aspira, a largo plazo, a obtener unos resultados sin parangón en cuanto a precisión cronométrica. Volviendo a nuestra analogía de los “antiguos” y los “modernos”, observamos que Girard-Perregaux, Patek Philippe y Ulysse Nardin son tres grandes “antiguos” que están en plena vanguardia y que ésta no se limita a cuestiones cosméticas ni se aparta del arte relojero; al contrario, estas compañías se sumergen muy profundamente en las fuentes de la relojería.

Belleza y tecnología japonesas

A su manera, un histórico como Seiko (un “antiguo” de 1881) también escarba en las raíces del arte de la relojería. En este caso, la marca nipona hace confluir la vanguardia de la investigación cronométrica (el movimiento Spring Drive) con las más respetables tradiciones en ornamentación. El éxito del Spring Drive Sonnerie ha demostrado que Seiko puede ofrecer una alternativa japonesa a la alta relojería suiza y, en este caso, el lento tintineo pseudobudista de la campana y la original decoración del movimiento con motivos japoneses, parecen confirmarlo.

La Gran Disputa entre Antiguos y Modernos CREDOR TORQUE RETURN por Seiko

Además de las ediciones limitadas Spring Drive Moonphase y Spring Drive Chrono, cuyos diseños y decoración refinados representan una notable mejora, Seiko presentó en el sancta sanctorum de su nuevo y espectacular stand en BaselWorld, un Spring Drive redondo, pequeño y maravilloso. Lamentablemente, este reloj de cuerda manual y caja de platino solo estará a disposición de los clientes de Japón. Los relojeros del Micro Artists Studio de Seiko solo pueden producir cinco unidades del reloj por año. Su magnífica e inmaculada esfera está hecha de porcelana tradicional Muritake sobre la que se pintan a mano los indicadores horarios. Para agregar una pincelada de modernidad, se han litografiado dos dígitos de grandes dimensiones que solo aparecen sutilmente dependiendo en cómo incide la luz sobre la esfera. Al voltear el reloj, nos impresionó la belleza de la decoración del movimiento. Los acabados son absolutamente perfectos. Hasta se ha pulido el interior del barrilete para reducir las fricciones. El único elemento que no se ha pulido a mano es el resorte principal. Los rubíes no han sido moldeados sino tallados. Entre los puentes, casi podemos imaginarnos un riachuelo que fluye entre parterres de flores. En cuanto a los aspectos técnicos, la rueda de deslizamiento que acciona las manecillas, que se desplazan sin el más mínimo titubeo, ha sido optimizada. El centro es de aluminio para hacerla lo más ligera posible mientras que el exterior es de oro de 18 quilates para hacerlo más pesado. Se alcanza una reserva de potencia de 60 horas gracias a un sistema de intercambio de par que facilita que el exceso de par sea devuelto al resorte del barrilete. Cuando el par alcanza un umbral de mínimos, una lengüeta detiene todo el sistema. De nuevo, la invención técnica trabaja respetuosamente con la maestría relojera, sin nada superfluo ni gratuito y siempre a fin de bien.

A. Lange & Söhne se pone en hora

Puede observarse también un planteamiento similar por parte de A. Lange & Söhne, una marca que con su Cabaret Tourbillon ha sorprendido a todo el mundo. Unos pocos años atrás, cuando Europa Star, bastante antes que otros medios, empezase a cuestionar científicamente la utilidad del tourbillon en un reloj de pulsera, algunos medios clamaron al cielo. Nos acusaron de querer matar a la gallina de los huevos de oro (desde entonces esta prolífica ave de corral ha ido poniendo muchas y muchas docenas de huevos de oro).

La Gran Disputa entre Antiguos y Modernos CABARET TOURBILLON por A. Lange & SÖhne

La tasa de precisión que aporta el tourbillon a un reloj de pulsera ha sido siempre motivo de disputa, aún a sabiendas de que todo el mundo sabía que el dispositivo no era totalmente preciso. Pero A. Lange & Söhne planteó la pregunta que nadie antes se había hecho: “Si los relojes con tourbillon son tan precisos, ¿porqué no ha inventado nadie todavía un dispositivo que permita parar instantáneamente el tourbillon para poder ajustar la hora al segundo exacto?” La marca alemana respondió brillantemente a su propia pregunta, concretamente con el primer mecanismo de detención de segundos que nunca se haya integrado en un movimiento con tourbillon. Descartada la opción de detener mecánicamente la jaula del tourbillon entera, lo que causaría una disminución fatídica de la amplitud, los relojeros de A. Lange & Söhne optaron por un mecanismo que detuviera directa e instantáneamente el volante dentro de la jaula, preservando así la energía potencial del resorte del péndulo durante el proceso de detención. La teoría parecía buena pero, ¿y la puesta en práctica? Su solución no es fácil de describir, pero básicamente consiste un resorte de paro con dos brazos disimilares con forma de “v”. Cuando se tira de la corona se engrana el muelle y sus dos brazos vienen a descansar sobre el volante, frenándolo en seco. Este freno está montado en una bisagra de modo que aunque uno de los tres pilares de la caja del tourbillon (que sigue girando) pase bajo uno de los dos brazos de freno, el otro brazo seguirá ejerciendo fuerza sobre el volante. La curvatura del muelle de frenado se definió de forma empírica durante una larga serie de pruebas. Sus dos extremos se doblan de manera que evita cualquier posibilidad de activación no intencionada durante la marcha. Tan pronto como se libera el freno, el volante retoma inmediatamente su oscilación. Por vez primera en la historia de la relojería podemos ajustar un tourbillon al segundo exacto. Un verdadero alarde de precisión el de este dispositivo que equipa al soberbio Cabaret Tourbillon de cuerda manual de doble barrilete con reserva de marcha para cuatro días. Está disponible en caja de platino u oro rosa.

Destreza genial

Una exhibición equivalente, combinando calidad y gusto, nos la ofrece Patek Philippe en su Grande Complication que incorpora un repetidor de minutos, calendario perpetuo mediante ventanillas, y tourbillon en la parte posterior del movimiento. La marca ha añadido además un indicador de fases lunares y un indicador de día o noche también en ventanilla. La gran elegancia de esta pieza reside en su evidente contención y ortodoxia, ofreciendo una asombrosa legibilidad y fun cionalidad. Su característica más notable es el cambio instantáneo de las indicaciones del calendario al llegar la medianoche exacta. El mecanismo complejo del calendario perpetuo compuesto de 212 piezas se diseñó como un módulo para otro calibre, el R TO 27 PS y que ahora se ha convertido en el R TO 27 PS QI.

La Gran Disputa entre Antiguos y Modernos 5207 by Patek Philippe

En el núcleo de este calibre, un resorte proporciona la energía necesaria para mover el reloj durante 48 horas, incluyendo los cambios en el calendario, indicados no por manecillas sino por discos, lo que requiere mucha más energía. El control del cambio instantáneo y colectivo de los discos viene asegurado por una gran palanca mandada por una cremallera de cuatro niveles que trabaja en conjunto con una leva de meses y un posicionador de la leva de años, que a su vez está conectado a otras levas de transmisión mediante brazos articulados. Un sistema de dos muelles, de idéntica fuerza pero contrapuestos, controla la potencia variable requerida para cambiar las indicaciones, dependiendo de la duración de los meses y de si el año es bisiesto o no. Este dispositivo complejo, así como la gran palanca, están ambos pendientes de ser patentados.

Retorno al clasicismo

Aparte de la excepcional pieza antes mencionada, la visión de la colección actual de Patek Philippe fue una especie de antídoto a la exuberancia que pudimos encontrar durante las ferias de primavera. La búsqueda del más alto nivel de equilibrio, las proporciones más harmoniosas, el mayor refinamiento en los acabados, todo ello conforma los parámetros por los que la marca define su visión del clasicismo. En otras palabras: la intemporalidad. El retorno al clasicismo es una de las mayores paradojas de la oferta relojera de hoy día. Esto era evidente en muchos de los fabricantes quienes podían proponernos auténticos relojes-rompecabezas al tiempo que seguían manteniendo otras piezas más sutiles, refinadas y elegantes en su catálogo. Un buen ejemplo de ello es Zenith. Junto a sus piezas más Xtreme, Thierry Nataf también presentó una serie de encantadores relojes dentro de su colección Class, de enorme ortodoxia. Muestran hora, minutos y segundos sobre un decorado “clou de Paris” de perfectas proporciones. “Estamos retornando a los clásicos, reinterpretándolos con ligeros toques de modernidad,” nos cuenta Nataf. La tendencia hacia una vuelta a la simplicidad y ortodoxia relojera se notaba especialmente en bastantes fabricantes, como Chopard que, con su superelegante L.U.C. XP de esfera de pizarra combina finura (caja de 6,8 mm en oro blanco o rosa), prestaciones (doble barrilete con 65 horas de reserva de marcha) y funcionalidad automática (rotor descentrado para obtener la delgadez deseada). La misma brillantez en términos de delgadez y clasicismo la hallamos en Jaeger-LeCoultre con su minimalista Master Grande Ultra Thin. El calibre automático 896 presenta un péndulo de inercia variable y cojinetes cerámicos para un grosor de tan sólo 3,98 mm.

La Gran Disputa entre Antiguos y Modernos L.U.C. XP por Chopard, MASTER GRANDE ULTRA THIN por Jaeger-LeCoultre

Unas pocas flores no hacen verano, pero esta tendencia manifiesta y reaccionaria de retorno a los clásicos, a los “antiguos”, se identifica con el arte de la simplicidad y la pureza de líneas. Está en completa contradicción con los relojes “Hummer”, objetos que vienen ocupando las portadas de los medios de comunicación especializados en relojería. Esperemos que esta tendencia prefigure un cambio tranquilo en la dirección de la industria relojera.

Absolutamente Retro

¿Puede ser uno de estos cambios de dirección la manifestación de la tendencia “retro” que continúa ganando adeptos? Tiene similitudes con la industria automovilística donde hemos visto volver al Mini y al Fiat 500. ¿Veremos un neo-2CV? Tras el gran éxito de TAG-Heuer con el neo- Monza, le siguió Jaeger-LeCoultre con el neo- Polaris hasta que IWC fue más allá cuando, para conmemorar su 140º aniversario, apostó por reinterpretar seis de los modelos más significativos de la marca.: el Pilot de 1936, el Portugués de 1939, el Ingeniero de 1955, el Aquatimer de 1967, el Da Vinci de 1969 y el Portofino de 1984. En un extremo-extremo de la tendencia “retro” está Nicolas Hayek que reconstituyo de la nada el famoso reloj de María Antonieta, la fabulosa obra maestra de Breguet. Deberían haber visto a Hayek en la presentación de su obra en BaselWorld, saltándose el milimetrado protocolo y deambulando entre el gentío como un rockero, rodeado de guardaespaldas, mostrando el reloj a sus sobreexcitados fans.

La Gran Disputa entre Antiguos y Modernos MARIE-ANTOINETTE WATCH por Breguet

El más esperado reloj de los salones de primavera era, en realidad una reedición, o más exactamente una extraordinaria recreación, fiel en todos sus detalles al original y que ni tan siquiera va a ser puesto a la venta. Según Nicolas Hayek, “Es imposible por ahora hacer un cálculo de su valor, sencillamente: no tiene precio.” explica Hayek. Fue un instante triunfal, cuando los “modernos” alcanzaron la mayor gloria retornando a los “antiguos”. Es paradójico, pero es sabido que las paradojas, en la relojería, son abundantes.